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Despertar

Con este cuento participé en el concurso Cuenta Providencia 2017, logrando ganar el 2° lugar y el premio del público (más votado). Saldrá publicado en un compilado que incluye los 20 mejores cuentos (10 por categoría).  ¿Cómo te llamas? Preguntó. Gabriela, pero dime Gaby, ¿tú? María Jesús, pero puedes decirme Jesu. Vienes de Punta Arenas, ¿no? Debes estar agobiada con tanto calor, afirmó, tomándome por los hombros y sonriendo. La primera conversación de la universidad y mi primera amiga. La Jesu tenía el pelo castaño y unos grandes ojos verdes que no dejaban de escrutarte, siempre buscando algo. Era una chica delgada y expresiva que, con sus reflexiones y locuras complementaba mi taciturna personalidad.              ¿Alguna vez has pensado si toda esta vida fuera un sueño? Me preguntó un día. Así como ese cuento de Cortázar, donde se confunde la realidad de un indio y un motociclista, que uno está soñando con la vida del otro. ¿Por qué pensaría que es un sueño? Si lo hiciera, no v

Highway to hell

Highway to hell Siempre recordaría aquellos acordes de guitarra como el soundtrack de la frontera. Mientras los verdes entraban a mi casa y tumbaban a papá, una mujer intentaba taparme los ojos para que no viera el charco de sangre en torno a la cabeza de mamá. – Goin’ down, party time, my Friends are gonna be there too…   I’m on the highway to hell –, canturreaba inconscientemente uno de los pacos con AC/DC de fondo, mientras empaquetaban la evidencia. El problema es que yo no me dirigía a una fiesta, no era un verso metafórico ni un himno de libertad, era el inicio de la pura y dura carretera al infierno. Lo conocí cuando tenía cinco años. Estaba esperando bajo un arco con letras que todavía no podía comprender y un gran logo rojo y azul con el escudo de Chile. Era un hombre robusto con un diminuto cinturón que contenía los kilos en exceso. No se molestaba en ocultar su dentadura amarilla y torcida, en cambio, lucía una amplia y afable sonrisa. Tenía escaso cabello que se nega

Recuerdos en una novela

La primera vez que la vi fue en un taller de literatura. Ella leía un libro de García Márquez, yo llevaba cerrada una ligera novela romántica. No nos saludamos, éramos desconocidos que coincidían en un espacio nuevo. Todos nos sentamos en una mesa redonda, rehuyendo las miradas del resto, escondiéndonos en los cuadernos en blanco que habíamos puesto sobre la mesa y jugueteando nerviosos con el lápiz que cada uno había elegido. Yo tenía un Bic azul que había perdido el tapón trasero y había sufrido innumerables mordidas nerviosas, ella llevaba un lápiz gel nuevecito, novato en la escritura. Durante los meses de verano nos encontramos semanalmente sin concertar cita alguna. Yo leía mis cuentos dramáticos, ella presentaba ingeniosas sátiras. ¿Los demás? No los recuerdo. Los libros fueron cambiando, cuando terminó Crónica de una muerte anunciada , llegó con La metamorfosis de Kafka. Cuando yo acabé con mi best seller romántico, seguí con El Proceso – inconscientemente hice coincidi

Error Involuntario

Toc toc toc toc toc toc… El único sonido que llenaba la Primera Comisaría de Santiago era el rítmico golpeteo de mi pie en el piso. Los carabineros circulaban en silencio, la gente esperaba en forma paciente y, de las conversaciones de los escritorios, solo se oían susurros de constancias y denuncias. Youth gone wild de Skid Row sonaba a todo volumen en mis audífonos azules cuando entré al parque San Borja. Había salido recién de un tedioso día de trabajo y quería tenderme en el pasto y relajarme un rato antes de volver a mi departamento. Caminé observando bailarinas japonesas, intentos de Harry Potter y grupos de desplazados temporales que emulaban torneos medievales, hasta llegar a un sector donde lo único que podía ver era una pareja de mujeres besándose bajo un árbol. Ideal, mientras mis audífonos pudieran bloquear el ruido suficiente, nadie me molestaría mientras dormitaba. Media hora después, desperté sobresaltado por un grito. Abrí los ojos y vi un hombre que le g

Tos v.2017

Cuento corto que escribí hace años y hace poco lo volví a leer y le arreglé algunas cosas. Ojalá puedan leerlo y comentarlo. Tos Es tan difícil convencerte de lo contrario, como si habláramos en voz en off: el público puede escuchar, pero nosotros hacemos oídos sordos. A veces pienso que debiéramos buscar otra manera, quizás podríamos enviarnos pequeños post it . No… los despegarías sin leerlos. Y… tampoco puedo decir que los leería, de hecho, no podría hacerlo. Te hablo mediante chapurreos: que tengo frío, que tengo hambre, que quiero que me tomes, que quiero que me bajes. Dichas necesidades las entiendes perfectamente, pero cuando quiero conversar contigo no es posible. Balbuceo ruidos ininteligibles, tú me miras con tu eterna cara de disgusto, lanzas una maldición y te vas a limpiar un plato. Te pones a gritar sobre papá, ese desgraciado que te dejó embarazada con diecisiete años y se mandó a volar. Para peor, te hizo terminar con un borracho que si no le tienes el

En un segundo

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En un segundo Se agachó y cortó gentilmente el tallo de un tierno trébol de tres hojas. Se lo llevó a la nariz y olió la humedad, aquel penetrante aroma de la tierra y el pasto recién mojados. Viajó al pasado, a aquel patio donde su piel se volvía café con el barro y el agua se derrochaba con una manguera olvidada. Se dejó caer sobre el pasto mojado permitiendo que la humedad invadiera su ropa. El frío tocó la puerta de su piel y batalló con el calor del verano. Calor que había ido en aumento. Calor que no dañaba cuando tomaban el sol, desnudos, en el cemento del patio delantero. Calor que hoy cubría con un gorro olvidado unos metros hacia la derecha. Sintió su corazón latir con la presión de su pecho contra el suelo. Un latido que lo acompañó las interminables tardes corriendo para esconderse del amigo que buscaba o pintar a los que escapaban cuando la llevaba. Cuántas veces clausuraron el pasaje para jugar fútbol y saltaron la reja de la vecina para ir a buscar la pelota.

Toz

Es tan difícil convencerte de lo contrario, como si habláramos en voz en off: el público puede escucharnos pero nosotros hacemos oídos sordos. A veces pienso que debiéramos buscar otra manera, quizás podríamos enviarnos pequeños post its. No… los despegarías sin leerlos. Y… tampoco puedo decir que los leería, de hecho, no podría hacerlo. Te hablo mediante chapurreos, que tengo frío, que tengo hambre, que quiero que me tomes, que quiero que me bajes. Dichas necesidades las entiendes perfectamente, pero cuando quiero conversar contigo no es posible. Balbuceo ruidos ininteligibles, tú me miras con tu eterna cara de disgusto, lanzas una maldición y te vas a limpiar un plato. Generalmente te pones a gritar sobre papá, ese desgraciado que te dejó embarazada con diecisiete años y se mandó a volar. Para peor, te hizo terminar con un borracho que si no le tienes el vaso y la copa limpios te zurra seguro. Yo te entiendo, pero no me importa que estés ocupada, quiero que me tomes y me arrulles